Bueno, tenía medio olvidado el blog por temillas personales (creación de remeras, dominación del mundo, cenas con Bin Lad[ESPACIO CENSURADO POR EL COMITÉ DE SEGURIDAD MUNDIAL (también conocido como Estados Unidos)], pero he vuelto para despejar la mente con otra boludez (para variar).
Siempre de chico tuve varios juguetes: el Tente (una especie de Lego más tecnólogico), Rambo (ríanse de mi mariconeada, pero yo le hacía ropa: pantalones, chalecos y camisas. No, no llegué a hacerlo desfilar en Punta con Giordano), autitos, soldaditos (mi jardín es un cementerio de plástico verde), las 4 Tortugas Ninja (murieron aproximadamente cuando yo tenía 16 años por fusilamiento de rifle de aire comprimido junto con el Ninja Blanco), Mazinger (con la navecita roja que se perdía a los dos segundos de sacarlo de la caja) y algún otro que seguro me olvido (¿Notaron que no tenía o tengo pelota de fútbol? Eso demuestra mi habilidad innata).
Cuando uno crece los juguetes se vuelven más caros: autos (reales), computadoras, celulares, perfumes y alguna otra boludez al alcance del bolsillo (no, pelotas de fútbol no). Pero hace poco vi un nuevo juguetito con el que quedé fascinado: ¡Un maniquí de Pamela Anderson! ¡El sueño de pibe/adolescente/adulto hecho realidad! (no, no voy a hacer el chiste fácil de “Y si está hecha toda de plástico” porque no me importa que lo esté, al contrario. Y este comentario va para todas las mujeres de bajo contenido mamario: A los hombres no nos importa que sean falsas, una película no es real y sin embargo la disfrutamos cuando la vemos. Así que dejen de criticar y vayan a ponerse al menos una bolsa del supermercado inflada ahí) Así tenga que vender el hígado y parte de mi cerebro que no uso lo voy a comprar. Al fin voy a poder jugar con Pamela y no solo como siempre…
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