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viernes, 13 de abril de 2012

Los fantasmas

Hubo un hecho reciente que reavivó mis deseos de escribir algo. Tengo muchas cosas que comentar, pero no tengo ganas. Bueno, hace unos días en Argentina se publicó una imagen en la Revista Caras sobre Maru Botana con todos sus hijos. En el fondo de la imagen se veía en el reflejo de una puerta de vidrio una silueta (con algunos rasgos) de un niño. Hace unos años Maru tuvo la desgracia de perder a unos de sus hijos. Por supuesto la imagen se propagó por la internet preguntándose “Qué era eso”. Y el morbo llegó a preguntarse si era el fantasma de ese hijo o qué. Porque obviamente tenía que ser su hijo muerto (más crecido, porque murió como bebé) que la vino a visitar de manera macabra a la producción de fotos y no un amiguito de los hijos, el hijo de un productor o simplemente un pibe parado.
Ahora yo me planteo al margen de la pelotudez extrema de gente que parece no tener límites. Debe ser una garcha ser fantasma. Porque aparentemente tienen muy acotado su rango de actividades en el mundo de los vivos.
Porque vamos a suponer que los fantasmas existen. Que por alguna razón los humanos tienen alma (o algún tipo de energía que al morir se desprende y queda flotando por ahí). De la gente que se muere, ¿Cuántos se convierten en fantasmas? ¿Un 5%? ¿Un 10%? Si es el 10% hay igual de putos que fantasmas en el mundo si es así y a los putos los ves todos días en la calle (o en el espejo).

Bueno, el tema es que, por qué siempre los fantasmas son exactamente iguales. Es como que te morís, por alguna razón decidís ser fantasma, porque te quedó un hecho pendiente, porque moriste de forma violenta y te aferrás a este mundo y no sabés que estás muerto o porque querés imitar a Patrick Swayze y poseer una negra. Sea por la razón que sea hay ciertas reglas que todo fantasma debe cumplir, y muy, pero muy pocos casos pueden escapar de estas excepciones:

1. Nunca interactuar directamente con los vivos.
En caso que quieran hablar, es decir, dirigirse a un ser vivo deberán hacerlo a través de parapsicólogos, tablas ouijas, sueños o algún gato que te mire sospechosamente. Nunca, pero jamás de los jamases se te pueda aparecer tu abuela a lado tuyo contándote lo piola que está el cielo, cómo son de cómodas las nubes y tienen wi-fi y Directv ilimitado. Siempre tiene que ser algo totalmente indirecto, como un sueño y ahí sí comunicarse para que tengas las posibilidad de que ganes a la quiniela. Porque sí, los espíritus le dan a la timba y saben contar cartas.
2. Siempre aparecer por medio segundo.
Se basa en la anterior. No podés aparecer y quedarte un fin de semana con toda tu familia viendo el maratón de Lost. Lo máximo que podés hacer es pasearte por afuera de una ventana. Simular una sombra  o caminar por ese pasillo que nadie quiere ir.
3. Mover objetos pequeños.
¿Quién carajo quiere mover un lavarropas? Nadie y menos si estás muerto y sólo sos hectoplasma. Podés mover tazas, lámparas de lugar, llaves, controles remotos, billeteras, correr una silla, apagar el calefón, cambiar de lugar boludeces básicamente ¿Creiste que dejaste el celular arriba de la mesita de luz? Nah, te lo movió el Tío Vicente, necesita usarlo un ratito para jugar al Angry Birds porque estaba aburrido.

4. Si te hacés notar, se discreto.
Nada de recibir a ese familiar, amigo, huésped de la casa con una pancarta “Bienvenido”. Siempre hay que hacer ruidos suaves, caminatas en la lejanía, tirar la colcha cuando tratan de dormir, agitar una ventana. Suma puntos hacer crujir los pisos de madera o arrastrar una cadena. Asustar al gato siempre es bueno. Pero nada de mandarles un WhatsApp o postearle algo en Facebook, eso es molesto y muy directo.
5. Nunca salir directamente en una foto.
En caso de que quieras salir en una foto, ya sea familiar o de amigos que le estaban sacando una medialuna y después cuando la “revelaron” se dieron cuenta de algo, una silueta muy confusa en el fondo. Ese tenés que ser vos. Tampoco es cuestión de irse de mambo y salir como si fueras una nube y que te confundan con vapor de la pava para el mate. Pero jamás salgas como abrazando a alguien, haciendo los cuernitos, sacando la lengua o algo que arruine la foto. Si podés pararte al fondo medio triste y con los brazos para abajo, mejor. Los reflejos en el espejo suman puntos.
6. Siempre deambular por el mismo lugar.
Si una vez te pintó ir a caminar a la ventana porque querías ver si estaba lloviendo y alguien te vio sonaste. Esa es tu rutina de ahora en más. Todas veces vas a tener que hacer lo mismo a la misma hora. Nada de ir al almacén de la esquina a ver pasar un poco de gente o ver a cuánto está el kilo de zapatillo.
7. No poseas a nadie.
No lo hagas. A nadie le gusta estar piola cortando la cebolla para la salsa y se le metan en el cuerpo. Eso se llama violación fantasmal y está penado por la Ley del Más Allá... A menos que seas Patrick Swayze. Si tenés la necesidad de poseer a una persona, rompé la pelotas lo suficiente moviendo cosas, jodiendo al gato, caminando en pelotas por la ventana hasta que tenga que vaya a ver una parapsicóloga. No calienta qué cartas tire, así sea un rayo de sol, vos dale para adelante.

En fin, como ven es una cagada ser un espíritu. Porque en teoría podría tener la capacidad de viajar por planos dimensionales, ir a cualquier lado de la galaxia, volar, hacer lo que quiera… Pero no, tengo 10 millones de reglas boludas y lo máximo que puedo hacer es aparecer en la foto navideña al fondo asustando al gato.
Saludos.