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lunes, 16 de julio de 2007

Lu-U-se-Er

No voy a hablar de la derrota Argentina a pies de los brasileros. De Abbodanzieri o el equipo argentino. Para qué darles más letra. Por otro lado, me voy a remitir a la salida, una vez más, patética del sábado 14 de julio. Tenía un montón de títulos aplicables a la noche del sábado: “El Gen L”, “Otra vez”, “WTF” (What the fuck), "We're too old for this shit" y etc.

Sin un peso en el bolsillo y con un aroma en el ambiente a fracaso decidí juntarme en lo que queda de la Pomada de Córboba: Totmeister y Mr. Q. Luego de algunos agradables brebajes mágicos y tónicos del abuelo, partimos a Uscha (lugarejo gratuito en Nueva Córboba, en calle Larrañaga entre Independencia y Obispo Trejo). Sin más que hacer que sentarnos, escuchar música aturdidora por una hora y mojar el paladar con una cerveza de raíz nos quedamos riéndonos (una vez más) desde nuestras propias pelotudeces.

Aquí es donde verdaderamente comenzó la noche. Quiero aclarar de ante mano, que si ayer no nos embocaron (leáse golpearon, empalizaron, patotearon, surtieron a golpes) no lo hacen más. Sentaditos en nuestra propia estupidez apareció ELLA, una muchachita bonita de unos 20 años aproximadamente, 1,72 metros de altura y camperita de Adidas verde de Alemania Federal del ’74. Luego de observarla detenidamente por unos 30 minutos con fines meramente científicos cual Darwin a las tortugas Galápagos, National Geographic, Discovery o canal Venus, llegamos a la conclusión que no era de ACÁ, o sea de este planeta. El buen amigo Darío “Iceberg” D’Auvergne comenzó (lo que yo sólo puedo interpretar como SU ritual de apareamiento) literalmente a olerla a 5 cm de su persona. Sólo en ese instante, cuando parecía que no podía ponerse “peor”, la niña (luego descubriríamos que era holandesa) se dio vuelta para señalar algo (tal vez la salida ya que sentía la respiración acosadora en la nuca) y la hiena trató de morderle el dedo. Ese fue el momento donde dijimos por dentro: “Es tiempo de emigrar hacia otras tierras”. Y allí fuimos.

Con un integrante del trípode a punto caramelo y los otros dos en estado almíbar, dijimos presente en la cola para entrar a Rinza. Ahora bien, para el que no conoce Rinza se lo puedo describir como una discoteca que queda en el Bvar. Ilia entre Bs. As. e Independencia, sonde asisten jóvenes en la primavera de su juventud y descubrimiento, o sea, pendejos que van desde los 11 hasta los 20 años, que todavía no tienen pelo ahí abajo... y nosotros. Esperando en la cola, un grupo de colegialas que habían terminado temprano los afiches para la exposición de los ríos de Argentina para Geografía, quisieron pedirme permiso para colarse en la fila. Grave error: no sabían que por edad yo podría haber sido su papá. Lo único que atiné a decir fue “¿Querés pasar?”. “Sí”, respondió con sus pecas y acné pueril, “Yo también”, retruqué (después nos preguntamos por qué no tenemos amigas). Giré mi cabeza a su posición inicial y ahí quedó trabada. Después de 5 minutos de espera Mr. Q utilizó sus canas para que un guardia nos dejara pasar más por miedo a que desmayáramos en la cola que por nuestra chetura. Creo incluso que se escuchó un “Eh, dejen pasar al Señor”, pero tal vez fue mi imaginación senil.

Ya dentro recorrimos el lugar en busca de algo que aplacara nuestra sed. Viendo que no tenían Anís 8 Hnos, Caña Legui, whiscola, Ginebra Llave o Cinzano Rosso con aceitunas, debimos conformarnos con los que toman los purretes estos tiempos: vodka y “Espid”. Después de deleitarnos visualmente con las glándulas de lactancia (·)(·) de la barwoman de turno fuimos al único lugar donde podíamos sentirnos cómodos: el Ví.aI.Pí. Paraditos, como esperando que se ize la bandera antes de entrar al colegio cantando Aurora, nos quedamos mirando a los guardias/semidioses que el estar un escalón más arriba (literalmente) les otorga superpoderes, el superpoder de la discriminación. Aquí comenzó el segundo momento de la noche donde estuvimos a punto de recibir las palizas de nuestras vidas. Digo palizas porque eran muchos para pegarnos. Otra vez una pebeta insinuó con hacerme correr de la fila para que ella pasara. Ante mi negatividad forresca inició una catarata de insultos irreproducibles en este blog. Yo respondí con la altura y la soltura que me caracteriza mientras que Mano de terciopelo” D’Auvergne juntaba odio e intercambiaba empujones con el hermano de la mencionada mocosa. Ahí fue cuando se metió un guardia a empujarme, Dios sabrá por qué, y me dije “Ahora nos pegan como perro debajo de la mesa”. Quedándonos en el molde, como Lassie con bosal, esperamos nuestro turno para acceder al exclusivo recinto. Por cierto, obvio, la pendeja pasó primero, volvió y nosotros seguíamos esperando.

Podríamos haber estado toda la noche de no ser por Enrique “The Negotiator” Marciszack que ablandó el corazón de un patovica relatándole que él sabía lo que era ser un rompehuesos, la presión que se ejercía y el plan dental que ofrecían. Luego de un tiempo apeló de nuevo a las canas: “Tengo 2 divorcios, un chico en camino, una hipoteca y no sé cómo voy a hacer para pagar la cuota de la heladera, haceme pasar, es lo único que me mantiene vivo”. Abracadabra, la cadena se abrió y subimos. El arriba no difirió mucho del abajo. Nosotros seguíamos un escalón por debajo al resto.

5:30 am: con el ánimo derrotado pero con la frente en alto, decidimos volver, no sin antes que “Pussyphobia”* D’Auvergne hablara con su chica de turno para pasar a visitarla después de dejarnos a cada uno en su casa a las 6 de la mañana, pero esa es otra historia…

*La definición de esta curiosa enfermedad/patología será tratada en otra entrada del blog.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena la historia. Ya los voy a deleitar con una columna de las recomendaciones a la hora de ir al baño.
Pero eso tambien será una historia futura...